»Quienes oyeron a
Eduardo le fulminaron con la mirada. Sin embargo, todo cambió cuando del portal
salió un niño infectado, rubio y blanco como la nieve. Éste derribó a un
anciano que intentaba escapar y comenzó a devorar su rostro. La muchedumbre,
atónita, contempló la escena; la esposa de la víctima golpeaba en vano al niño
en su espalda, mientras profería incontables alaridos. Eduardo, caminando a
paso firme, llegó donde el infectado, y cogiéndole del jersey, lo tiró hacia
dentro del portal. El pequeño voló por los aires, enseñando sus dientes y
agitando sus “garras”. Cuando impactó contra el suelo, Eduardo ya estaba
cerrando la puerta; los vecinos que se encontraban evacuando el bloque 2
perdieron el juicio y comenzaron a tirar hacia adentro para abrirla. Eduardo no podía
contrarrestar la fuerza ejercida del otro lado y estaba a punto de ceder,
cuando Mario se aferró al pomo con él.
-¡Rápido! -vociferó
Eduardo-. ¡Traed un coche y aparcadlo aquí, frente al portal!
Un joven, de unos
veinte años, acató la orden de inmediato y fue a por su coche. En menos de un
minuto, el vehículo estaba sellando la entrada del bloque 2. Todavía puedo ver
sus caras de desesperación al darse cuenta de lo que estaba sucediendo; unos intentaban
contener al niño infectado, otros golpeaban sus puños contra el cristal -sus
ojos emulando el caudal de un río-. Pero otros, los más ágiles, trepaban por el
techo del vehículo y, una vez fuera, se echaban a correr como desquiciados. No todos, sin embargo, conseguían escapar por encima del vehículo; como la
mujer que comenzó a golpear el cristal de la ventanilla y, pasadosunos segundos, el
resto de atrapados se unieron a la desesperada tarea. Cuando el vidrio se desintegró sobre el asiento
del copiloto, los vecinos comenzaron a arrastrarse como gusanos por los
asientos.
-Están infectados
-dijo Eduardo entre sí, sin mover un músculo.
De repente, el crujir
del vidrio roto fue acallado por el rugido de un motor. Los presentes giraron
la cabeza al unisono para observar como un coche rojo aceleraba en nuestra
dirección. Los gritos de pánico de quienes ya estaban a salvo, se sumaron al de los
encerrados. La gente se apartó de la trayectoria del vehículo, al mismo tiempo
que éste avanzaba sin piedad, su motor ensordeciendo cualquier otro sonido y haciéndonos sentir su potencia a través de vibraciones en nuestras piernas.
Eduardo aguardó hasta
el último minuto antes de buscar refugio. Cuando se percató que el coche se
dirigía al bloque 2, exclamó:
-¡Mario, vámonos!
Pero éste ya no
estaba a su lado. Confundido, Eduardo tomó distancia en el instante que el
automóvil giraba bruscamente hacia la derecha; la puerta del conductor se abrió
y del interior salió un hombre despedido, rodando por el césped una y otra vez.
Eduardo lo reconoció enseguida, aquel jersey azul era, sin duda, el de Mario.
El vehículo continuó
su funesta trayectoria y colisionó con el coche que el joven había aparcado
minutos antes. Mis ojos se empeñan en acordarse de la mujer luchando por
sortear el primer coche, con medio cuerpo fuera de la ventanilla y una
expresión de desazón en su rostro que jamás olvidaré. El impacto fue tan
violento, que el coche rojo se fusionó con el otro vehículo y ambos se
adentraron en la fachada del edificio. Recuerdo el grito agonizante de un
hombre, antes de que una masa de escombros cayera sobre los automóviles, envolviéndolo
todo de un polvo grisáceo y clausurando la entrada para siempre.
Entonces, cuando la
puerta había quedado infranqueable, Eduardo se giró y, por primera vez,
contemplé esos ojos verdes cansados que nos acompañan hoy a diario.
-Todos… -susurró
Eduardo con el rostro ensangrentado.
La esposa del anciano
-quien ahora yacía bajo los escombros- se quedó allí, inmóvil, y así continuó
por dos días, con su mirada fija en la nada. Hasta que un martes, el sol bañó
la urbanización con su delusoria calidez y ella se había esfumado. Quienes
estábamos ya a salvo, no tuvimos tiempo de preguntarnos qué le había ocurrido;
ese mismo día el destino quiso que la historia se repitiese una vez más.
No comments:
Post a Comment