Monday 22 October 2012

POST POST LXIII - Todos


»Quienes oyeron a Eduardo le fulminaron con la mirada. Sin embargo, todo cambió cuando del portal salió un niño infectado, rubio y blanco como la nieve. Éste derribó a un anciano que intentaba escapar y comenzó a devorar su rostro. La muchedumbre, atónita, contempló la escena; la esposa de la víctima golpeaba en vano al niño en su espalda, mientras profería incontables alaridos. Eduardo, caminando a paso firme, llegó donde el infectado, y cogiéndole del jersey, lo tiró hacia dentro del portal. El pequeño voló por los aires, enseñando sus dientes y agitando sus “garras”. Cuando impactó contra el suelo, Eduardo ya estaba cerrando la puerta; los vecinos que se encontraban evacuando el bloque 2 perdieron el juicio y comenzaron a tirar hacia adentro para abrirla. Eduardo no podía contrarrestar la fuerza ejercida del otro lado y estaba a punto de ceder, cuando Mario se aferró al pomo con él.

-¡Rápido! -vociferó Eduardo-. ¡Traed un coche y aparcadlo aquí, frente al portal!

Un joven, de unos veinte años, acató la orden de inmediato y fue a por su coche. En menos de un minuto, el vehículo estaba sellando la entrada del bloque 2. Todavía puedo ver sus caras de desesperación al darse cuenta de lo que estaba sucediendo; unos intentaban contener al niño infectado, otros golpeaban sus puños contra el cristal -sus ojos emulando el caudal de un río-. Pero otros, los más ágiles, trepaban por el techo del vehículo y, una vez fuera, se echaban a correr como desquiciados. No todos, sin embargo, conseguían escapar por encima del vehículo; como la mujer que comenzó a golpear el cristal de la ventanilla y, pasadosunos segundos, el resto de atrapados se unieron a la desesperada tarea. Cuando el vidrio se desintegró sobre el asiento del copiloto, los vecinos comenzaron a arrastrarse como gusanos por los asientos.

-Están infectados -dijo Eduardo entre sí, sin mover un músculo.

De repente, el crujir del vidrio roto fue acallado por el rugido de un motor. Los presentes giraron la cabeza al unisono para observar como un coche rojo aceleraba en nuestra dirección. Los gritos de pánico de quienes ya estaban a salvo, se sumaron al de los encerrados. La gente se apartó de la trayectoria del vehículo, al mismo tiempo que éste avanzaba sin piedad, su motor ensordeciendo cualquier otro sonido y haciéndonos sentir su potencia a través de vibraciones en nuestras piernas.

Eduardo aguardó hasta el último minuto antes de buscar refugio. Cuando se percató que el coche se dirigía al bloque 2, exclamó:

-¡Mario, vámonos!

Pero éste ya no estaba a su lado. Confundido, Eduardo tomó distancia en el instante que el automóvil giraba bruscamente hacia la derecha; la puerta del conductor se abrió y del interior salió un hombre despedido, rodando por el césped una y otra vez. Eduardo lo reconoció enseguida, aquel jersey azul era, sin duda, el de Mario.

El vehículo continuó su funesta trayectoria y colisionó con el coche que el joven había aparcado minutos antes. Mis ojos se empeñan en acordarse de la mujer luchando por sortear el primer coche, con medio cuerpo fuera de la ventanilla y una expresión de desazón en su rostro que jamás olvidaré. El impacto fue tan violento, que el coche rojo se fusionó con el otro vehículo y ambos se adentraron en la fachada del edificio. Recuerdo el grito agonizante de un hombre, antes de que una masa de escombros cayera sobre los automóviles, envolviéndolo todo de un polvo grisáceo y clausurando la entrada para siempre.

Entonces, cuando la puerta había quedado infranqueable, Eduardo se giró y, por primera vez, contemplé esos ojos verdes cansados que nos acompañan hoy a diario.

-Todos… -susurró Eduardo con el rostro ensangrentado.

La esposa del anciano -quien ahora yacía bajo los escombros- se quedó allí, inmóvil, y así continuó por dos días, con su mirada fija en la nada. Hasta que un martes, el sol bañó la urbanización con su delusoria calidez y ella se había esfumado. Quienes estábamos ya a salvo, no tuvimos tiempo de preguntarnos qué le había ocurrido; ese mismo día el destino quiso que la historia se repitiese una vez más.

No comments:

Post a Comment