Iba a abrir la puerta de nuestro piso,
cuando todo se tornó negro una vez más, sentí el vacío en mis pies y mi cabeza retumbó contra la madera
fría. Fue sólo un segundo. La puerta se abrió rápidamente y allí seguía Laura.
Me dijo que me apoyara en ella y me acompaño hasta la cama.
-Estás hecho un desastre -dijo acomodándome la
almohada.
Luego, cuando estaba quitándome los zapatos -un regalo
de John-, se quedó un rato largo mirándome la pierna; la sostenía, la miraba y
palpaba.
-Madre mía, Marcos -exclamó-. ¿Sabes lo que tienes en
la pierna?
Negué con la cabeza. Los ojos se me cerraban solos y
me costaba mantener la concentración.
-¡Tienes una horquilla para el cabello clavada tres
centímetros dentro de tu pierna! –dijo y la extrajo de un tirón.
El alivio que sentí después de que el pequeño
“cuchillo” abandonará mi gemelo, me envió del todo al mundo de los sueños.
Desperté hace unos minutos y
Laura estaba aún sentada a mi lado en la cama.
-Gracias a Dios -dijo llevándose la mano a la frente-,
pensé que te había asesinado después de mi pequeña operación.
Reí y enseguida me di cuenta que mi boca estaba
completamente seca.
-Toma -Laura me ofreció un vaso de agua y se puso de
pie para marcharse.
-¿Claudia? –pregunté, mientras saboreaba el agua
descendiendo por mi garganta.
-Está jugando con Rambo -y no pudo evitar emitir una
risita- la niña lleva horas tirándole una pelota de tenis y tu amigo no se
cansa de ir a buscarla. En fin, debo irme.
Intenté ponerme de pie para acompañarla hasta la
puerta, pero mi cuerpo no aceptaba órdenes.
-Tú descansa -dijo y me cogió la mano un segundo-, la
niña no es la única que te necesita -y se marchó.
Aún sigo en la
cama. Puedo oír la pelota de tenis botando, las patas de Rambo mientras corre
tras ella, y la risa contagiosa de Claudia. Debo levantarme e ir a ver a los
demás, a lidiar con los muertos en la carretera. ¡Qué risa más llena de vida!
Debo levantarme, debo…
No comments:
Post a Comment