Saturday 5 May 2012

POST II - Contacto

Madrid 3 de Diciembre de 2011

16:07

Pues he comido mi ración del día, y me he quedado aun con más hambre. Supongo que leche con cereales azucarados no se puede considerar “almuerzo”, pero es lo que me puedo permitir ahora mismo. Extraño el sabor de la comida caliente.
Llevo tres días con este sistema, pero mi cuerpo y mi lógica -de la cual no me fío mucho- me están dando indicios de que no podré continuar así por mucho tiempo. Estoy dilatando lo impostergable. Pronto, tendré que salir a buscar provisiones. 
Afuera está lloviendo. Yo estoy atrincherado debajo de dos edredones, al mismo tiempo que escribo. Seguiré volcando palabras en este cuaderno; seguiré buscándole un sentido, una explicación a toda esta puta locura…

Os iba a contar “Os” escribo… si esto es para mí, para recordar cómo he llegado a esta situación. ¿O acaso pienso que alguien va a pedirme que se lo lea? Tal vez la vecina de abajo… ah no, espera; la vecina del cuarto está en la calle, tratando de comerse a su propio gato. Vale, no debes ser tan duro contigo mismo, Marcos. Quizás alguien encuentre el cuaderno, y lo coja de tus inertes y famélicas manos… capullo.

Continuando… Me había quedado pendiente proseguir el relato de la primera vez que la infección se presentó en mi rutina.  Por torpeza, desgracia, o lo que sea, no asocié lo acontecido aquel día con el ataque al presidente del BCE.
Me encontraba en la última parte del viaje, faltaba apenas una parada cuando el tren se detuvo. Aún no habíamos llegado a la estación, pero eso ocurría a menudo así que no me preocupé en el momento. Estaba de pie, apoyado sobre las puertas. De repente, un movimiento en el rabillo del ojo me llamo la atención. Al parecer, en el primer vagón había una especie de trifulca. Cuando intenté escrutar la escena, las luces se extinguieron y los fluorescentes de las señales de emergencia inundaron el metro. El tren arrancó de nuevo, con lo que a mí me pareció una velocidad excesiva. En segundos nos encontrábamos en la estación “Pirámides”. Las puertas se abrieron en un santiamén y una voz anunció por los altavoces del metro que evacuáramos rápidamente el vehículo. Confundido, salí hacia el andén donde me encontré, para mi sorpresa, a un grupo de seis militares con armas a los hombros. Estaban enfrente del vagón que había intentado escrutar momentos antes. Creo recordar que olía a pólvora. Uno de ellos se metió velozmente en el segundo vagón, forzando las puertas, y le perdí de vista.
-Por favor, seguidme -vino la voz de un militar que se encontraba detrás de nosotros, y ninguno había visto.
El hombre nos guio hacia las escaleras mecánicas y pidió que saliéramos de la estación ordenadamente. Eso fue todo. No nos dieron ningún otro tipo de explicación. Todos los pasajeros nos miramos nerviosos unos a otros, hasta que llegamos a la superficie. Entonces, cada uno continuó su camino; nadie miró atrás.

Recapacitando ahora mismo, pienso en la cantidad de vidas que se podrían haber salvado, si hubiesen sido francos con la población desde el inicio. Supongo que habrán tenido sus razones para actuar como lo hicieron. Sin embargo, no puedo ni comenzar a comprender cuáles esas razones pueden haber sido.

Una vez hube llegado al trabajo, conté lo ocurrido a mis compañeros y nadie lo podía creer. Se pasaron el día diciéndome que estaba de coña y que la próxima vez me inventase una historia creíble. Y claro, cómo no me iban a decir algo así si en la televisión no mostraban nada de las actividades militares. Por supuesto, cuando la gente no hacía más que verles por la calle, no les quedo otra alternativa más que compartir algo de la información que tenían al respecto.

Aquel día cuando terminé mi turno, me percaté de que Luis no había venido a trabajar. El acontecimiento de la mañana había estado todo el tiempo en mi mente, y sólo entonces me di cuenta de que mi compañero no se había presentado.
-Qué, ¿otra vez enfermo Luís? -pregunté al jefe.
-No, parece que ha decidido no venir a trabajar -me respondió con preocupación en su voz-. Le he estado llamando todo el día y no coge el teléfono.

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